Si las pistas de baile hablaran… Muchas veces, refunfuñarían. Es lógico que la exaltación por estar de fiesta y la combinación con el alcohol provoquen ciertos comportamientos inadecuados. Pero de ahí a actuar como un inadaptado, media un abismo. Por eso no está de más repasar ciertos códigos de sentido común que harán que más de uno reflexione:
Empujar, esa horrible maña
Nada justifica –excepto una emergencia de salud– ir por ahí a empujones como un orangután desorientado. Hay algo que se llama ‘espacio personal’ y es un bien preciado que suele escasear por las noches. Considerando que uno sale a bailar para relajar y divertirse, el ir con prisas y golpeando a los desafortunados que se cruzan en el camino es incongruente y más bien, bastante ridículo.
Se mira y no se toca
La música, la alegría y la ‘magia’ de la noche pueden llevar a confundir la sensualidad con acoso. Para conocer o sacar a bailar a alguien solo hace falta expresar el deseo –con palabras– educadamente. El manoseo y todo lo demás entra en la categoría de «que te tiraría la bebida encima pero están bastante caras como para despilfarrar».
Sentirse (y comportarse) como en casa
Así como uno no va dejando vasos, chicles, paquetes de cigarrillo o todo tipo de basura por el suelo de la casa, sería fantástico que esto no ocurra en los clubes. Pero el anonimato y la falta de voluntad convierten a muchos de los asistentes de las fiestas en auténticos salvajes. Ni hablar del uso de los baños y las zonas públicas cercanas a las discotecas, que merecen un capítulo aparte.