Empresario de ocio. Se siente aturdido en el sentido romántico de la palabra cuándo habla de la última temporada de Space, lugar que atesora grandes recuerdos y vivencias en su vida personal y profesional. Sin tapujos, Roselló desgrana los avatares del ocio nocturno actual. No le gusta el turismo que empobrece a muchos, defiende la iniciativa privada y las pequeñas empresas, critica abiertamente a los políticos locales por su sumisión a Mallorca, no le gusta lo que pasa en la isla y sonríe cuando habla de música, Carl Cox y su nuevo proyecto de ocio.
—Se ha especulado mucho con la finalización del contrato de Space. ¿Puede explicarlo?
—Un contrato vinculado tiene un término. Un contrato escrito con fechas se desdice mucho con lo que puede ser un proyecto de actividades que se ha ido madurando durante 27 años. Más allá de lo físico de su cumplimiento se crea un aura en torno a Space por el efecto multiplicador en cuanto a música, poder de convocatoria, frecuentar eventos en compañía de la gente que quieres y te gusta estar, esto va mucho más allá de lo que implica un contrato. Ahí está el desfase de la aportación que te da el público, la que recibes de los artistas, de los trabajadores, de los maravillosos agentes que funcionan y que son mi familia; para mi todo esto va muchísimo más allá de lo que puede suponer un contrato y una actividad y esta actividad no creo que se vaya a terminar aquí por el hecho de que finalice un contrato. ¿Por qué? Porque es una vocación.
—¿Tiene un nuevo proyecto en ciernes o en mente?
— Claro que tengo un proyecto, pero si lo anuncio seguro que me lo chafan, entonces vamos a descansar un poquito, recuperar el aire, quitar un poco del estrés que esta situación conlleva porque no es fácil terminar. La palabra terminar es fea, pero continuamos con el mismo afecto y cariño que tengo establecido con todo el equipo, los artistas y el público sobre todo. He sido el primero en bailar en la pista de baile, y la reventaba en mis comienzos, siempre he vivido y compartido la música con el público. Cuando se cierran las puertas y se termina la música nunca me he quedado a hacer caja, me quedo con la sonrisa del público cuando se va, veo como sale. La caja está hecha.
—Hay muchas incógnitas sobre Space como marca y nomenclatura y el valor de mercado que comporta este brand mundial ¿es tangible, se va o se queda con usted?
—Space ha tenido una expansión que no ha tenido resultados como se esperaba en el tema de las franquicias ya que algunos han querido vincular la franquicia con la discoteca Space Ibiza y no tiene nada que ver, ya que se cede una marca y eso no la vincula con Space Ibiza, ni siquiera la empresa Space Ibiza tiene relación con la empresa Space Beach Club S.A. que es la que gestiona la discoteca. Hay una empresa que tiene unas marcas y estas marcas se franquician. No necesariamente para tener la marca Pepsi-cola tienes que tener una fábrica aquí. el mundo de las marcas es muy perverso, no existe una legislación homogénea para todos los países.
—¿Puede seguir utilizando la marca Space?
—Naturalmente. Para ser más preciso con este tema, le vendí al Grupo Fiesta la marca Space Ibiza Dance clase 41 para esta discoteca de Platja d’en Bossa así consta en el contrato.
—¿Cómo se vive este ‘impasse’ del último año?
—Cada día cuando me levanto estoy medio aturdido en el sentido romántico de la palabra. Es como un caracol que se está escondiendo en su cascarón. Como cuando estás acostumbrado a ir a pescar y un día lo dejas, y te preguntas que voy a hacer hoy si no pesco. Crear iniciativa es algo que se está cancelando en esta discoteca, las iniciativas de esta temporada están bien definidas y marcadas y la temporada para Space va bien, pero esto no quiere decir que vaya a ir bien para todo el mundo.
—El pastel del ocio nocturno es cada vez mayor.
—Para que todo el mundo pueda trabajar bien y esté contento se tiene que repartir el pastel. Hay que evitar monopolizar cualquier tipo de mercado ya sea de ocio como de otros sectores de los que se beneficia la isla. Entiendo que la isla esté cabreada y enfadada. A la gente no se le deja tranquila en ningún sitio, tienes un vendedor tras otro en todos lados. Ibiza está enfadada porque le hemos robado su expresión natural, la isla no respira por sí misma, le aportamos unos elementos que la estrangulan. Si vas a la playa tienes que poder oler, sentir y oir el mar, pero no encuentras más que camas balinesas, alcohol, vendedores y gente bailando… eso es un disparate según mi opinión.
—¿Y como lo arreglaría usted?
—Espero que todavía haya capacidad de reacción para volver a poner las cosas en su sitio. La música está desubicada, hay que escucharla en los sitios y momentos adecuados, no se puede romper los biorritmos de la música.
—¿El caracol se está escondiendo en su cascarón a ver que pasa?
—Se esconde y sale para ver como termina este año. Space es un tesoro de recuerdos de 27 años, esto se tiene que guardar y exponer. Me genera un conflicto, todo lo que hay en la discoteca es un trabajo conjunto con mi equipo y está lleno de sentimientos. No puedes hacer una hoguera de todos estos sentimiento y dejar que desaparezcan. Ahí está la dificultad de absorber y recoger todo esto. Es como cuando haces un desfile de modelos, con tops y una infraestructura estupenda, ¿qué haces luego?, ¿lo tiras todo a la basura? El vínculo que se ha creado no se puede estropear de esta manera.
—¿Con qué se queda de estos 27 años?
—Con el respeto y el cariño del público. Mi relación con los artistas ha sido siempre fluida, respetuosa, cariñosa y afectiva en todos los sentidos. Tengo un equipo que son mi verdadera familia. No puedo desvincularme de todas las personas que están trabajando y han colaborado en mis empresas o iniciativa, son mi familia.
—¿Cuáles ha sido los mejores años de Space para usted?
—Cuando empezamos en Platja d’en Bossa hace 27 años era una aventura llegar aquí, Space creó y motivó un tipo de iniciativa impensable. Aquí había un hotel familiar que la gente se iba a dormir a medianoche. Menos mal que hubo el hueco de abrir por el día porque la normativa obligaba a cerrar pero no decía a qué hora podías abrir. Cerrábamos a las 6 de la mañana, había cuatro gatos y abríamos a las 8 de la mañana y entonces se puso de moda venir a desayunar. Recuerdo la época de Manumission con el ‘Carry On’ que se hacían bocadillos y de todo. En aquella época estaba la terraza llena de color.
—Y entonces cambia la ley…
—Cambió la ley y no podíamos abrir por la mañana, también hubo que cubrir las discotecas ya que no querían ruido de día. Ku, Amnesia, Space y todo el mundo haciendo obras para cubrir las discotecas, no se podía tener música en el exterior ni de día ni de noche, cambiaron los horarios y nos proyectan a la noche. Aquello fue un paso fuerte, saltar la valla, pero tenía conmigo a Carl Cox y me dijo: ‘Éste es mi sitio, vamos a empezar una nueva etapa juntos de noche’. Empezamos con Carl el domingo que era la fiesta de la época, dos fiestas por semana y nos proyectamos en el ocio nocturno. Sospecho que la competencia estaba muy molesta con nosotros al abrir por la noche, sin esperar que denunciándonos y al pasar del día a la noche tendrían un competidor más de noche. Y si profundizamos habrá algún ejemplo más en la isla.
—¿Su mayor problema en Space?
—Me dejo muchas cosas en Space que no son reconocidas por quien tendría que hacerlo. Siento una gran frustración, no me siento cómodo.
—¿No se siente reconocido?
—Me siento identificado con lo que hemos hecho, apoyando el deporte, y empresas de carácter social desde hace muchos años. Estamos supereconocidos como empresas colaboradora por las instituciones, pero quien debería ser reconocido por el trabajo que se ha hecho durante tantos años no lo está o por lo menos no lo demuestra.
—¿Le faltan medallas?
—Tenemos reconocimientos del Consell como la empresa que mejor gestiona y apoya el deporte en muchas ocasiones.
— Pepe Roselló no tiene ninguna.
—No creo que merezca ninguna medalla. No aspiro a ningún reconocimiento personal. Mi flaqueza es que soy una persona que se siente muy bien compartiendo en un grupo, no he sido copartícipe de medallas, no va conmigo, destacar individualmente por y para no va con mi forma de ser. Me gusta que se valore el trabajo colectivo, esto sí tiene repercusión y agradecimiento.
—¿Qué hubiera cambiado de esta época si hubiera podido?
—Llevo dentro de mi una distancia establecida con los políticos en general. En Ibiza no hemos tenido una clase política que supiera interpretar que Ibiza no era Mallorca, ni Mallorca tenía porqué meter la taza de la forma que lo han hecho. Menorca no ha seguido las pautas que ha dictado Mallorca desde el Govern balear, el turismo de Menorca no se puede comparar ni su proyección con la de Ibiza. Hemos tenido una carencia de políticos con visión de futuro para ordenar las actividades y que todo el mundo tuviera acceso a poder realizarse a través de pequeñas empresas y huir de las masificaciones que se han creado por la competencia que tenemos.
—¿Le gusta la Ibiza actual?
—La isla estás sufriendo como está hoy en día, esta desbordada en cuanto a oferta, nos hemos comido las playas, el sonido, bebido el agua, estamos agotando los recursos y todavía queremos más ¿para qué mas? . Este más igual no se distribuye, va a parar a las grandes empresas que monopolizan la oferta. Tendría que ser para repartirlo y crear iniciativas que fueran mucho más personalizadas. Le estamos quitando el alma a Ibiza, un lugar que siempre ha sido una aventura y un descubrimiento para todo el mundo. Hoy día viene todo a la carta, ya viene todo dado, la gente ya sabe donde tiene que ir, qué comer, qué beber, cuándo y de qué manera. Me parece un despropósito, le hemos quitado el poder de decisión a la gente.
—¿La oferta de lujo actual es lo que nos conviene?
—Estamos condicionando a los visitantes con campañas publicitarias , me parece un gran despropósito que estamos orientando la isla para ricos. ¿Turismo de lujo? ¡Pero si ya es un lujo estar en Ibiza! Y ahora resulta que sólo orientamos todo para los ricos, estamos empobreciendo a todos los demás. El ‘postureo’ que se organiza para poder hacerse una foto con una modelo o un rico parece ser que justifica un viaje a Ibiza y a mi esto me descuadra completamente.
—Cambiemos de tercio, si no hubiese estado en política le hubiese ido mejor como empresario y emprendedor.
—Políticamente hablando se ve que no encajo dentro del patrón político, me han boicoteado tres veces que he intentado algo. Y voy a seguir intentándolo una vez más a ver que pasa. Siempre encuentro un pero. Cuando he estado en política es porque sentía la obligación de aportar mis conocimientos en la medida de lo que sabía. Las dos veces que he estado en política he dimitido, que es también una manera de realizarse. Por ejemplo, el plan general de Sant Antoni se aprobó cuando yo era concejal de urbanismo y los que estaban conmigo en el 78 todavía vigente hoy, reglamento de aguas lo mismo, tarifas lo mismo… pero había una ausencia total de lo más básico. Aporté lo que tenía, mi colaboración y mi entusiasmo hasta donde podía. Me sentí pagado por lo que hice y me dejaron hacer.
«Space es un tesoro de hermosos recuerdos de 27 años que se tiene que guardar y proteger»
—No se lo han pagado muy bien.
—No he esperado nunca que me pagaran nada, no entraba en mi mapa que tuviera que beneficiarme de algo.
— Vive todavía en Sant Antoni con un bagaje de éxito e innovación importante ¿vuelve a la villa de Portmany con nueva empresa e ideas?
—Tuve la fortuna de presidir la fundación del Club Náutic de Sant Antoni, he sido fundador. He tenido ocasión de participar en iniciativas de las que me he sentido agradecido y reconfortado. Sant Antoni tiene que ser considerado ciudad, no es un pueblo, y tiene que tener un comportamiento social de ciudad. Tiene que tener una inyección de optimismo, a ver si despierta con este nuevo gobierno, hay que darle la confianza para ver si es capaz de volver a reinterpretar su futuro con decisión. Soy consciente que hay mucho obstáculo que vencer pero tiene que dar un salto cualitativo adelante en los próximos años. Estaré dispuesto a aportar lo que sea oportuno y necesario para ayudar al ayuntamiento y las instituciones.
—¿Con un nuevo proyecto?
—Probablemente con un nuevo proyecto que en este momento no puedo revelar, ni debo matizar ni especificar, pero si puedo decir que es un proyecto muy ambicioso.
—¿Continúa su relación con Carl Cox? El matrimonio como dice él.
—Carl Cox es una persona entrañable, es bondadoso, generoso consigo mismo, es parte de mi familia. Carl Cox seguirá en Ibiza.
«No hemos tenido una clase política con visión que supiera interpretar que Ibiza no era Mallorca»
—Este año es ‘el hombre del año’, le ha reconocido el International Music Summit como una leyenda, entre otros, ¿cómo lo lleva?
—Es la cosa más bonita que ha podido ocurrirme, por la dulzura, el cariño y el trato que me he encontrado. Es algo inesperado y me pregunto ¿ merezco esto? Estoy super agradecido, no me esperaba y realmente me llena de orgullo y de dignidad. El IMS no debería en ningún caso abandonar la isla porque esta institución es una cátedra ambulante que controla y vigila las tendencias musicales, son expertos y grandes profesionales. El reconocimiento lo tendrían que dar las instituciones de la isla a ellos por el trabajo que están desarrollando en favor a la música de la cual se beneficia la isla, que se identifica más por la música que por ser un paraíso.
«Le estamos quitando el alma a Ibiza. Está sufriendo, está desbordada en cuanto a oferta»
—Usted ha dicho que hay demasiada música…
—Otra cosa es la forma como se usa la música. Está traspasando los límites, se tiene que volver a recoger la música en los sitios donde debe estar. La música es realmente un paradigma, es una bandera para Ibiza de la que estamos orgullosos. Quizás está destrozando la balanza de la isla magnífica, hermosa, magnética, llena de amor, una madre que acoge a todo el mundo y ofrece a cada uno un rincón para soñar algo distinto de lo que se lleva consigo.
—Hay fiestas que han sido emblemáticas en Space que están este año ¿las echa de menos o ha tenido que tomar una decisión de lo que interesaba esta temporada?
—Era un año de recogimiento y de apoyarse en los medios más naturales de lo que teníamos dentro del abanico de programación. Creo que hemos acertado dándole una continuidad a fiestas establecidas y dos nuevos factores: Glitterbox que se acredita cada día más, es bonita, muy house, con buena música y Afterlife, que es un puntazo, han cogido la cabina y la han puesto donde tenía que estar: entre el público. La gente se mueve al revés, han montado un escenario para que los clubbers pueda ver funcionar el dj, de este modo se puede ver el magnetismo que tiene el artista, es lo que busca y que quiere ver la gente.
«La música es una ley moral que armoniza. Da alas al universo, hace bella la alegría y sublime la tristeza»
— Su vida ha girado prácticamente en torno a la música. ¿Qué significado tiene?
—He tenido la fortuna de vivir 55 años con la música como compañera, me ha acompañado de día y de noche, mi sueño es con la música. Ha sido la gran compañía y un instrumento de mi vida . Recuerdo que en S’Olivar, antes de fundar Play Boy, escuchaba los clásicos con el dueño de La Galería Buddha, un señor húngaro amigo, cuando cerraba el bar escuchábamos clásicos como Tchaikovski, Rimski-Korsakov. Empecé con los clásicos ya que me gusta la armonía. La música es una ley moral que armoniza. Cada ser humano ama una música la que sea, pero es un comportamiento moral. La música da alas al universo, hace bella la alegría y sublime la tristeza es un componente humano que acompaña a todos los seres vivos, es el refugio de todos nosotros cuando estamos alegres o tristes.
—¿Y la música electrónica’
—La música electrónica es física, te hace sudar y sacar lo que llevas dentro, es una armonía física que te pone electricidad en el cuerpo. Tiene un componente de posturas, unas hay que escucharlas de pie, otras sentado, en movimiento o bailando. La música pone armonía en el cuerpo en cualquiera de sus actos, la mente y el espíritu sobre todo. Bailarla es fundamental para coordinar lo físico con lo íntimo.
—¿Va a echar mucho de menos bajar a la pista a regalar invitaciones?
—Lo sigo haciendo. Es una pregunta muy bonita, me toca la fibra sensible. La gente lo agradece y me hace feliz.
—¿De qué se arrepiente?
—Quizás soy demasiado crítico conmigo mismo y no me perdono los fallos y lo pago caro. No soy condescendiente con mis errores, me gusta pedir disculpas cuando realmente hago algo que no corresponde para volver a recuperar un poco mi equilibrio. Ser mi crítico es una penitencia y pido disculpas cuando hago algo que no está bien. La penitencia son mis propios errores. Soy afortunado.